Hugo López-Gatell

Humanizar la Ciudad

México entró en un proceso de profunda transformación social, económica, política y cultural. México entró en un proceso de transformación, de Revolución de las conciencias y de las mentalidades. Este proceso, desde luego, no inició específicamente en una fecha ligada a un cambio del poder público o de un cambio administrativo en el gobierno. Este proceso es un proceso de construcción colectiva, que es heredero de las más profundas causas y de las más legítimas causas que buscan la justicia social, que buscan un buen gobierno en sentido amplio, que buscan tener las capacidades de un país boyante, un país con grandes riquezas: no solamente en su territorio, en sus bienes; no solamente en el espacio físico, sino, sobre todo, en su sociedad.

Esta transformación, desde luego, llegó a un buen punto; un punto de definiciones sociales, políticas, mentales, culturales, con la llegada del gobierno que hoy encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador. Este momento ha sido definitorio para la historia de México. Este momento nos ha situado en la oportunidad de cambiar un rumbo que iba hacia la deriva, que iba hacia el despeñadero, hacia la destrucción y el consumo de nuestro país en una espiral de violencia; en una creciente desigualdad social y económica y, desde luego, en una pérdida de oportunidades vitales para todas y todos quienes vivimos en este territorio.

A lo largo de cinco años hemos podido trabajar con el presidente López Obrador por construir un nuevo espacio de vida, un nuevo modo de vida; un modo de vida democrática, un modo de vida que nos permite ser incluyentes, tener la aspiración de que, de manera fraternal, podemos construir juntos el país. Hay resultados concretos. Hay resultados numéricamente identificables, como el enorme éxito de haber reducido la pobreza y la brecha de desigualdad: cinco millones de personas que salieron de una condición de pobreza en la que se encontraban, por muchos años, y que hoy significan futuros promisorios, hoy significan personas que pueden acceder a nuevas expectativas, a nuevas oportunidades.

En la Ciudad de México hemos tenido también, por cinco años (y sigue en ese proceso) un liderazgo político que estuvo a cargo de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, que representa, precisamente, la realización de este proceso de transformación en el espacio específico de la Ciudad de México, para quienes habitamos esta hermosa Ciudad. Ese proceso tiene que ver, también, ya de forma más cercana, en el territorio, con la construcción de un nuevo espacio de convivencia: en el terreno, en las relaciones interpersonales, sociales, en nuevas perspectivas de cómo se ejerce el gobierno con honestidad, con eficacia, y de manera incluyente. Esto es lo que nos pone en este momento en esa perspectiva.

¿Por qué participar? ¿Por qué proponerse para participar en un proceso de selección, con la aspiración de impulsar en el liderazgo de la transformación en el siguiente ciclo? Muchas personas se han preguntado esto. Muchas personas me han preguntado por qué un servidor público que tiene una tradición que viene de la academia, de la ciencia, que ha ejercido un papel concreto en el gobierno en el campo de la salud, ¿por qué hoy piensa más allá de la salud?, ¿por qué hoy considera que debe aportar más allá de la ciencia y de la academia? La respuesta para mí es obvia, aunque les comparto que no surgió de la noche de la noche a la mañana. Conforme nos avecinamos al fin de este ciclo, del sexenio, todas y todos quienes participamos en el proyecto de transformación y hemos tenido el orgullo de acompañar al presidente López Obrador (y, en su momento, en la ciudad, a la doctora Sheinbaum) hemos pensado que no podemos dejar caer no solamente lo ya logrado, sino el ritmo de transformación que está teniendo nuestro país y que está teniendo nuestra ciudad.

Para lograrlo tenemos que juntar fuerzas todas y todos. Y no solamente el gobierno: las organizaciones sociales, las organizaciones gremiales, el conjunto de las personas independientes que no tienen una identificación política expresa, que no tienen afiliación a un partido político o a una organización política, pero que viven todos los días este proceso de transformación y por ello son partícipes; son personas que tienen aspiraciones, son personas que tienen deseos, y son personas —porque así es nuestro generosísimo pueblo mexicano— que sabe distinguir perfectamente que estamos ampliando esas capacidades de vivir de manera fraternal, impulsando un modelo de desarrollo, un modelo de progreso, que necesariamente es incluyente. Y es incluyente porque la raíz del estímulo para impulsar ese modelo es pensar en la justicia social. Y es reconocer que existen desigualdades sociales, desigualdades en el acceso a la riqueza, desigualdades en el acceso a los servicios, desigualdades en el logro y garantía de nuestros derechos como personas y como colectivo, como sociedad en su conjunto.

¿Por qué, nuevamente, pensar que uno puede ser competente, que uno puede contribuir en otros foros? En los meses de este año 2023 fuimos identificando que algunas de las capacidades que uno tiene no las conoce hasta que las pone en práctica. Tuve la situación, histórica para el país y para el mundo, pero personal, de vivir la responsabilidad de conducir la respuesta es la pandemia de Covid-19. Esto es de conocimiento público y es identificado por más del 85% de la población mexicana. Esta experiencia, desde luego dolorosa, profundamente dolorosa para la población mexicana, para la población de la Ciudad de México, para la población del mundo entero, nos dejó lecciones aprendidas que nunca debemos olvidar, más allá de honrar la memoria de todas aquellas personas que perdieron la vida (y todas y todos tuvimos familiares cercanos, todas y todos pudimos haber tenido —como fue en mi caso— la situación de ser hospitalizado por Covid-19).

Todas y todos aprendimos no sólo de ese dolor y ese sufrimiento. Lo que aprendimos es que ese sufrimiento no llega solo, no llega por una infección, por una partícula de virus. Llega en un contexto específico donde hay carencias sociales, donde hay desigualdad, donde hay un deterioro progreso de las condiciones de vida de las personas, donde hay un estado de salud precario, donde ha habido un sistema nacional de salud destruido, deteriorado, desmantelado. Y hubo tres lecciones aprendidas fundamentales que hoy estamos proyectando en otro espacio más allá de la salud. La primera lección es que la desigualdad social es la raíz de la gran mayoría de los problemas que podemos enfrentar, que podemos sufrir como personas y como sociedad. Que es inaceptable, que es inmoral, que pensar que existe la desigualdad y no hacer nada por buscar repararla es también un acto de complicidad por omisión.

Lo segundo es que las condiciones de salud representan, en síntesis, las condiciones de bienestar. La persona humana, su vida, su preciada vida, sólo puede entenderse si busca tener las condiciones del más amplio potencial de desarrollar sus capacidades: intelectuales, orgánicas, emocionales familiares, laborales, etc. Etc. Pero sin la salud no existe eso. Y cuando se deteriora la salud se cierran muchas de las puertas que nos llevan al bienestar. Pero a su vez que el bienestar depende de satisfacer un conjunto muy amplio de condiciones materiales, condiciones intelectuales, condiciones culturales, condiciones emocionales, condiciones sociales.

Y una tercera lección fue que, para poder responder a las expectativas de una sociedad, se necesita un sistema, un mecanismo público, donde el poder público, el poder político, tiene una misión claramente identificada y la honra día con día con cumplir su función. Y esta función, esta misión es promover, proteger y defender el interés de la gente; de la gente que vive en nuestro pueblo. Estas tres lecciones las tomamos, en síntesis, para proponer, para impulsar una perspectiva de la transformación hoy en un territorio concreto más pequeño, más modesto que el vasto territorio de la república mexicana y es la Ciudad de México.